Este es un tiempo precioso para profundizar en nuestra espiritualidad, para empezar a habitar el silencio. En la desescalada se ha vuelto en seguida al ruido, y ruido no solo es sonido, también son muchas de las cosas que hacemos, que creemos que necesitamos hacer.
¿Cuáles son los principales beneficios de la práctica de yoga en estos momentos de crisis?
Hay muchos tipos de yoga y muchas metodologías yóguicas que aportan diferentes beneficios, por ejemplo físicos, psicosomáticos, emocionales, etc.
Pero, a mi modo de ver, no se trata tanto de qué puedo yo obtener, sino de qué puedo dar. Se habló de sacrificio en el primer confinamiento, y se asumió en general, pero hemos vuelto al yo y a los “beneficios” que “yo” puedo obtener de la realidad, cuando resulta que somos nosotros quizá quienes debamos dar. Ayudar por ejemplo a no hacer daño, y eso hoy en día tiene que ver directamente con no propagar este virus.
El yoga es un camino de sacrificio (entendido como “hacer sacro, sagrado”), donde se entrega el ego poco a poco. El yoga nos lleva a reducir nuestras necesidades, muchas de ellas creadas por la sociedad consumista. En el yoga las prácticas no sólo son psicosomáticas, sino también espirituales, por ejemplo, hay yogas que desarrollan las actitudes espirituales que creo que es lo que hace más falta en estos momentos (compasión, confianza, humildad, solidaridad, “pobreza” incluso). Por ejemplo, el bhakti-yoga y el karma-yoga que se enseñan en la Bhagavad Gita permiten encontrar confianza y sentido en lo que hacemos, en este momento que puede haber falta de sentido. También a ayudarnos a llevar a cabo nuestro dharma, aquello que debemos hacer en este momento.
Ansiedad, estrés, insomnio… ¿A quién acudo? ¿Cómo puede ayudarme el yoga?
En Mallorca tenemos excelentes profesoras y profesores de diferentes escuelas que enseñan metodologías centradas en los beneficios terapéuticos, físicos y psicosomáticos.
Pero claro, siempre que se haga en las condiciones adecuadas para no propagar el virus. Si hacemos yoga pero estamos transmitiendo el virus, entonces es peor el remedio que la enfermedad. Nos estaríamos saltando unos cuantos yamas y niyamas del Yogasutra por el camino. Que paradoja si al querer practicar una disciplina que aboga por la no-violencia y el no-daño, y por la salud, acabamos transmitiendo un virus.
Pero repito, necesitamos descentrar el lenguaje del “I Me Mine” (como diría George Harrison) al tú, incluso el tú que soy yo respecto al “Yo”, ese Sí mismo (el Self) o Dios, como lo queramos llamar. Es una escucha a ese Ser que nos pone en contacto con los otros, pero no de una manera meramente física y social.
¿El yoga nos hace más felices?
El yoga puede hacernos más felices, pero no hay que confundir la felicidad con las sensaciones placenteras o estados corporales y mentales de satisfacción superficial. Esta felicidad tiene que ver con el contento, la humildad, la sencillez, y la confianza. Además, es importante saber que en el camino espiritual se dan caídas y noches oscuras del alma, como diría San Juan de la Cruz. Para ir avanzando en la profundidad del corazón y encontrar la luz es preciso entrar en las cuevas de nuestro ser. Es entonces que aparece el peligro de que el estudiante retroceda y vuelva a lo seguro y confortable, a una “felicidad” que encontró y en la que se quiere quedar.
¿Cuál es el objetivo del yoga?
Hay muchos tipos de yogas y metodologías yóguicas. Si bien su fin último puede ser la Liberación de la reencarnación (mokṣa, nirvana, kaivalya), o la Consciencia del Misterio divino, en general el yoga busca descentrarnos y desplazarnos del ego para acercarnos a lo que hay más auténtico en nosotros mismos, el núcleo espiritual que nos conecta con Todo, la Interconexión y la Interdependencia, según lo queramos llamar.
Hasta hace poco el objetivo del yoga no era la salud, fuera esta física, psicológica o incluso espiritual. Las metodologías actuales han creado cierta confusión al venderse (y demandarse) como remedios terapéuticos.
A mi modo de ver los aspectos espirituales cada vez se tocan menos, o solo de una manera tangencial. Para ello, es importante volver a los textos de la tradición, por ejemplo la Bhagavad Gita o el Yogasutra, y a metodologías como el jñāna-yoga o el raja-yoga.
¿Cuál es la importancia de la meditación dentro del yoga?
En un sentido amplio podríamos decir que el yoga es meditación. Si el yoga no es meditativo entonces no es yoga. Eso quiere decir que en la realización de la práctica hay atención y concentración, así como un propósito espiritual. De hecho, hay quien considera la clase típica de yoga como una meditación psicosomática, ya que el estudiante sigue las instrucciones meditativas del profesor, monitor o maestro, es una buena manera de ser guiado por el guru-tattva de una manera “externa” cuando aún resulta difícil seguir el guru-tattva “interno”.
Pero por lo que hace a la meditación “sedente” es necesaria para profundizar en el Sí mismo (no estoy hablando de la personalidad y carácter de cada cual). Es el yoga que Swami Vivekananda llamaba raja-yoga, donde incluía el Yogasutra. La meditación en la postura sedente permite una calma, profundidad y concentración que otras prácticas no permiten. De hecho, durante milenios y hasta la edad contemporánea se dio más importancia a las diferentes “meditaciones” sedentes que a las āsanas, incluso en las tradiciones que practicaban haṭha-yoga.
Pero en general no hay demanda de meditación en el yoga. Y el problema es que la demanda está creando la oferta, para decirlo en términos de mercado. Mucha gente, que desconoce el yoga, busca terapias y gimnasias y pide ciertas prácticas más encaminadas al mantenimiento del cuerpo que a aspectos espirituales. Así se dejan las prácticas que desarrollan los angas internos como son explicados en el Yogasutra, es decir dhāraṇā, dhyāna y samādhi, que podríamos traducir como la concentración, la meditación y la contemplación.
La paradoja es que muchos practicantes acuden a tradiciones budistas para aprender y practicar meditación, así como aspectos espirituales que quizá no encuentra en el yoga de linajes “hindús” (Iyengar, Sivananda, Satyananda, Pattabhi Jois, etc.).
Mi primera clase de yoga. ¿Cómo la afronto?
No se trata de afrontar sino de escuchar y llevar a cabo la propuesta, con atención y concentración. El estudiante tendrá que valorar si ese yoga le permite profundidad espiritual, así como el descentramiento del ego.
Es importante una preparación previa, entender en qué consiste el yoga, así como qué práctica moral y ética se requiere.
En todo caso, el yoga no se puede reducir a las clases. Las clases son un formato contemporáneo útil y práctico para vidas ajetreadas, pero se acaban reduciendo a sesiones de “mantenimiento”, sea este físico, psicosomático o incluso espiritual. En cierta manera, ponen parches y apagan fuegos, los fuegos que nuestra vida enciende. El camino yóguico busca apagar esos fuegos en la misma vida, o incluso evitar que se prendan y enciendan.
Siempre me ha encantado la explicación etimológica de nirvana como aquel estado “apagado”, “extinto”. El buda Shakyamuni hacía referencia al fuego del ritual védico, pero también al fuego del saṃsāra.
¿Cuándo empezaré a sentir los beneficios de la práctica?
Repito, el yoga trata más de lo que yo doy que de lo que yo obtengo. Se trata de descentrar la atención del ego. Hemos llegado a esta situación del coronavirus posiblemente por el gran y rápido consumo que se está dando en nuestra sociedad. Quizá también debamos cambiar nuestra relación “yóguica” con nosotros mismos. El yoga, y nuestro cuerpo y mente, no son máquinas productoras de beneficios. Seguiríamos con la lógica de la explotación que nos ha llevado a esta crisis y que nos llevará a otras que vendrán. Quizá se trate de cambiar el “yo obtengo”, “yo disfruto”, “yo cojo”, por algo más descentrado y desapegado. En esta situación se trata más de qué puedo hacer para ayudar en la salud colectiva, así como en la salud del planeta. De eso trata ahiṃsā, no tanto de no hacerme daño mientras practico las āsanas.
A veces nos llenamos la boca de las explicaciones científicas para explicar los beneficios del yoga, pero no queremos reconocer la realidad del virus.
El yoga no es tanto una terapia, sino un camino espiritual.
¿Qué oportunidad nos ofrece esta crisis?
Más que oportunidades (lo cual me hace pensar en el oportunismo), sí que trae aprendizajes para el camino espiritual, así como espejos donde ver reflejadas nuestras luces y sombras. La comprensión de estas (esos samskaras y karmas que todos tenemos) son necesarias para la profundización espiritual.
Va a ser necesaria más soledad (aloneness, que no lonelyness) y menos consumo desenfrenado. Esto podría llevar a una profundización espiritual (a nivel personal) y a una mayor salud para el planeta (a un nivel comunitario).
¿Cómo podemos sentirnos unidos a los demás con este distanciamiento físico?
Somos muy creativos, seguro que encontraremos maneras no sólo de sentirnos unidos, sino de unirnos con los demás. Y tiene que ver con la espiritualidad, más allá de lo físico. De la misma manera que el camino yóguico cada vez es más espiritual y menos corporal, quizá las relaciones sociales puedan ser entendidas de maneras más espirituales. Quizá haya que desarrollar el abrazo más allá del abrazo, la sonrisa del alma.
El problema es que vivimos en una sociedad con tendencia al déficit de atención y a la hiperactividad. A la gente la cuesta no hacer cosas, parar la realización de actividades. La gente cree que necesita producir experiencias, emociones. Incluso el ocio es visto con la lógica de la productividad. Hay gente que ve como una pérdida (en términos económicos casi, de inversión) el no hacer nada excitante, divertido o entretenido en el ocio. Como dijo Pascal, “toda la infelicidad de los hombres viene de una sola cosa, que es no poder permanecer en reposo, dentro de una habitación”. Esta habitación en el fondo es una metáfora de nuestro corazón (como diría Jesús; Mt 6,6), es decir, de nuestro ser. A mi modo de ver, este es un tiempo precioso para profundizar en nuestra espiritualidad, para empezar a habitar el silencio. En la desescalada se ha vuelto en seguido al ruido, y ruido no solo es sonido, también son muchas de las cosas que hacemos, que creemos que necesitamos hacer.
¿También esto pasará?
En este contexto decir “esto pasará” parece indicar que el virus desaparecerá. Más bien se transformará. En todo caso, nos estamos olvidando que muchos de los coronavirus (que aparecen de manera cíclica, y con ciclos cada vez más estrechos) aparecen por la expansión de esta sociedad consumista y explotadora del planeta, en concreto de los animales (para la producción cárnica o peletera) y de los recursos forestales (donde viven los animales llamados salvajes). Si no se cambia el modelo de consumo es difícil que esto pase, más bien volverá una y otra vez. Quizá necesitemos una transición hacia una dieta vegetariana, o incluso vegana, en todo caso se hace necesario limitar y gestionar mejor la producción de carne. Tampoco debemos olvidarnos de quizá el peligro más grande e inminente, el cambio climático, que puede ser un tsunami al lado de las olas del covid. También producido por el modelo de sociedad que tenemos actualmente.
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Javier Riutort realiza investigaciones sobre la filosofía y práctica del Yoga, que divulga en cursos en la universidad y academias de yoga. Su tesis doctoral en Filosofía, titulada Yoga, técnica y realización del ser. El Yoga Satyananda como adaptación de las tradiciones de la India, analiza cómo el yoga actual interpreta el Vedanta, Samkhya, Tantra y Hatha-yoga. También está licenciado en Filosofía y Antropología, y cuenta con un Máster en Filosofía y un Título de experto en Culturas y Lenguas de la India. Actualmente es profesor-tutor en la UNED de las asignaturas Historia de la Filosofía Medieval e Historia de la Filosofía en la Edad Moderna.
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