El mindful yoga consiste en una actitud específica y una disposición atenta que traemos a nuestra práctica, tanto en la esterilla como en nuestra vida diaria: prestar atención, momento a momento, sin juzgar, cada experiencia que vivimos.
El mindful yoga no busca llegar a un sitio en particular, sino estar donde te encuentras, justo como eres en ese preciso momento.
Extracto del artículo de John Kabat-Zinn «Mindful yoga, movement and meditation» traducido por Tania Suárez, responsable de Comunicación en Yoga Evolution School:
Realizar cualquier ejercicio o entrenamiento físico de un modo consciente hace que ese ejercicio se vuelva una práctica de meditación, independientemente de la velocidad a la que se realice. En el mindful yoga enseñamos hatha yoga como una forma de meditación. Dentro del objetivo básico de “habitar” las asanas, las posturas (y los movimientos fluidos al entrar y salir de ellas) se convierten en oportunidades para cultivar una consciencia y un discernimiento continuo y sin fisuras, exactamente igual que en la postura tradicional de meditación.
En el mindful yoga se presta una exquisita atención al cuerpo y a las sensaciones corporales (que son muy ricas gracias a las diversas configuraciones que asume el cuerpo durante la práctica de asana). Pero nuestro campo de consciencia también incluye el amplio espectro de pensamientos, estados de ánimo y emociones, obvios y sutiles, que forman parte de nuestro paisaje interior en cualquier instante.
Permitir que el campo de consciencia sea lo suficientemente integrador como para contener nuestros sentimientos (ya sean neutros, alegres o dolorosos) expande nuestra habilidad de desarrollar una intimidad con nuestro corazón y con nuestro cuerpo. El mindful yoga nos ayuda en esto. Nos permite experimentar la conexión entre las emociones, los pensamientos y las sensaciones en el cuerpo, a menudo en lugares muy específicos y significativos. Nos invita, una y otra vez, a observar el nacimiento y el cese de sensaciones, pensamientos y emociones, como si fueran nubes o patrones meteorológicos completos dentro del espacio de consciencia global, como el mismo firmamento, y observar nuestras reacciones ante ellos.
Y al realizar un gesto de esta magnitud, instante a instante, al practicar cualquier postura con un mindful yoga durante un determinado período de tiempo, podemos sentirnos como seres más grandes de lo que creemos ser, más grandes que nuestros sentimientos y nuestras mentes pensantes.
Lo que es más: independientemente de lo dolorosa o seductora que sea una experiencia concreta en un momento dado, haciendo las posturas de ese mindful yoga podemos empezar a observar justo en este instante, en el aquí y el ahora, lo fácil que caemos en prisiones creadas por nosotros mismos a través de la autoidentificación con nuestros pensamientos y nuestros sentimientos.
Podemos comenzar a ver que realmente podemos elegir no caer en esas identificaciones con ellos o con el cuerpo (o ser conscientes de cuando esto nos pase, porque es inevitable). De este modo, practicando un mindful yoga cultivamos la introspección y la ecuanimidad. La atención plena hacia nuestras emociones reside en el corazón de lo que conocemos como “inteligencia emocional”; es un elemento clave para reconocer la integridad de nuestro ser, su belleza en nuestras relaciones con los demás y con el mundo y su naturaleza fugaz.
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